El vicepresidente de la Autoridad Europea de Valores y Mercados Erik Thedén, (ESMA, por sus siglas en inglés), solicita prohibir la minería de Bitcoin (BTC) y otras criptomonedas. La fundamentación es el ya refutado argumento ecológico que dice que la huella ambiental de esta práctica sería desproporcionada, en comparación a sus beneficios.
Thedén no dice oponerse a Bitcoin, sino solo a su minería. El funcionario ha abogado por sustituirla por la prueba de participación (PoS) que tiene un menor consumo eléctrico.
Vale aclarar que cambiar el algoritmo de consenso de Bitcoin no es posible. Incluso si se consensuara que BTC funcione con PoS, los nodos que no estuvieran de acuerdo podrían seguir validando el protocolo original y descartar a la cadena bifurcada.
Pero, supongamos el poco probable caso de que se llegara a un consenso masivo y unívoco sobre el asunto y Bitcoin se convirtiera en un protocolo que funciona con prueba de participación. Quizás, el principal beneficiario de este cambio no sea el ambiente, sino los Estados.
La prueba de participación facilita el control de la red por quien emite el dinero
Las redes de criptomonedas que utilizan el algoritmo PoS (como se espera, por ejemplo, que ocurra con Ethereum en un futuro cercano) son más fáciles de controlar por los gobiernos.
Para entender esto, primero es necesario dedicarle unos párrafos a comprender muy básicamente la diferencia entre la minería (PoW) y el staking (PoS). En la primera de ellas, tal como lo explica la sección educativa, se exige un trabajo considerable pero realizable (un acertijo computacional) para procesar la información. Esto implica adquirir hardware y consumir energía eléctrica.
En cambio, en el staking, la probabilidad de validar un nuevo bloque se determina por cuánto dinero tiene un participante en stake. Para el ya mencionado caso de Ethereum, quienes cuentan con al menos 32 ethers (ETH) pueden convertirse en validadores de la versión 2.0 de la red. Al validar un bloque se ganan recompensas (nuevas monedas que son emitidas)
Teniendo esto en cuenta, y debido a que los Estados tienen el monopolio de la emisión del dinero fíat, ellos podrían comprar criptomonedas que utilicen PoS para tener bajo su control todos los validadores que quisieran.
No ocurre lo mismo con los protocolos que requieren hardware especializado. Es el caso de Bitcoin, cuya minería se efectúa con determinados chips y circuitos eléctricos (ASIC). Con estos equipos se minan los bloques y, como consecuencia, se emiten los nuevos BTC que van como recompensa a los mineros.
La escasez de estos dispositivos especializados crea una barrera de entrada mucho mayor, incluso para los Estados (siempre es mucho más fácil imprimir dinero para solucionar los problemas y los gobiernos de todo el mundo lo saben bien).
Con estas consideraciones, no resulta descabellado pensar que la minería incomoda a los Estados, y no precisamente por cuestiones ecológicas. Controlar los nodos de Bitcoin (o de cualquier otra red) otorga un enorme poder. A nivel de soberanía monetaria es algo más importante, incluso, que la minería.
Un nodo es un dispositivo informático conectado a otros que sigue reglas y comparte información. En el caso de Bitcoin, un nodo completo es una computadora que aloja y sincroniza una copia de toda la cadena de bloques.
Quienes ejecutan un nodo de Bitcoin, son quienes en última instancia tienen el poder de voto para definir a Bitcoin y para decidir sus características. Por ejemplo, ninguna propuesta de mejora (BIP por sus siglas en inglés) puede llevarse a la práctica si los nodos no hacen la correspondiente actualización de software para ejecutar un cliente compatible con el cambio.
Bitcoin: un atentado contra el monopolio estatal sobre el dinero
Sabiendo esto, es coherente pensar que el argumento ecológico contra la minería de Bitcoin no es más que un caballo de Troya por parte de los Estados para que tener el control sobre la red les sea más sencillo.
Por muy amistosos que se muestren los gobiernos sobre cuestiones como las cripto o la tecnología blockchain, lo cierto es que con contadísimas excepciones la narrativa estatal sobre Bitcoin no suele darse en buenos términos.
Y es natural que así sea. Bitcoin, por definición, tal como lo establece el Libro Blanco escrito por Satoshi Nakamoto, es un sistema de dinero en efectivo electrónico entre pares. Añadamos también que es un dinero descentralizado y privado. Es decir, Bitcoin es un atentado contra el monopolio estatal sobre el dinero.
Como tal, los bitcoiners saben que Bitcoin es valioso. Y ese valor se debe, en gran medida, a la prueba de trabajo. Es ella la que otorga seguridad y poder de cómputo a la red. Los Estados, posiblemente, también lo sepan y por eso buscan atacar a Bitcoin desde sus bases.
Resulta curioso que los gobiernos estén más interesados en atacar la minería de Bitcoin que en promover redes de criptomonedas que ya empleen (o planeen emplear) la prueba de participación. Al parecer, ni Solana, ni Cardano, ni Binance Smart Chain, ni Ethereum 2.0 les generan mucho interés; Quizás hayan entendido lo que muchos inversionistas todavía no; que Bitcoin es quien va rumbo a ser el estándar global, y no sus imitaciones preminadas o altamente centralizadas.
La minería de Bitcoin consume mucha energía y está bien que así sea
Ante el argumento ecológico contra la minería, los defensores de Bitcoin suelen responder con una serie memorizada de comparaciones con otras industrias; que Visa gasta más, que los electrodomésticos gastan más, que el sistema de transportes gasta más…
Bitcoin consume tanta energía que, si fuera un país, estaría en el puesto 27º, superando a Argentina, Suiza, Noruega, Venezuela y Colombia, entre otros. Fuente: CCAF.
Pero comparar peras con manzanas no suele ser un buen recurso argumentativo. Bitcoin no es una tarjeta de crédito, ni un secador de cabello, ni un avión. Bitcoin es dinero en efectivo electrónico entre pares, descentralizado, abierto, no estatal, inconfiscable, soberano e incensurable.
Por ese motivo, me gusta más la respuesta políticamente incorrecta pero empíricamente verificable: ¿la minería de Bitcoin consume mucha energía? Sí, y está bien que así sea. No hay por qué negarlo. Los beneficios hacen que ese gasto esté justificado. Y, una vez dicho esto, sí puede aclararse que, aunque Bitcoin no tiene por qué ser eco-friendly, posiblemente ya lo sea.